Mientras leo pausadamente El mundo de ayer de Stefan
Zweig, he buscado otra obra que me permitiera realizar el comentario de
esta semana.
Mi elección recayó en Un millón de gotas, libro escrito por Víctor del Árbol, del que aún no había leído nada, y que ha
recibido el Premio Nadal 2016 por la novela titulada La víspera de casi todo.
Un millón de gotas tiene seiscientas sesenta y ocho
páginas que se reparten entre la novela negra y la histórica (Víctor del Árbol fue mozo de escuadra en
Cataluña, lugar donde reside, y estudió la carrera de historia). El personaje
principal, alrededor del que gira todo el relato, es Elías Gil, un joven
ingeniero asturiano que en 1933 viaja con otros jóvenes europeos expertos en
diversas disciplinas técnicas a la Rusia de Stalin, deseosos todos ellos de
colaborar en la creación del paraíso de los proletarios. Pronto el paraíso que
pensaban hallar se convierte en un infierno en el que no falta ningún horror
imaginable; horror que culmina con la deportación a la isla de Názimo en
Siberia. Aquí el historiador se explaya relatando un hecho poco conocido que
terminó con la muerte de miles de personas que, en teoría, debían transformar
en tierras habitables unos parajes inhóspitos en los que se les abandonó a su
suerte. Uno de los deportados que sobrevivió fue Elías Gil.
Pero las desgracias de Elías Gil no terminan ahí, de
vuelta a nuestro país, tras la guerra civil y su paso a Francia, lo encierran
en el campo de refugiados de Angelés (más historia). Al regresar por fin a
España, ha de vivir bajo el régimen franquista que para él, un hombre de
izquierdas convencido, no resulta tampoco agradable, aunque cuenta con la ayuda
de un policía amigo que consigue evitarle bastantes complicaciones con el
régimen.
Todo lo anterior y mucho más que omito en aras de la
brevedad precisa, lo cuenta Víctor del
Árbol de forma paralela a lo que sería un relato típico del género negro.
Una segunda narración que, insisto, va alternándose con la primera, y en la que
aparecen, además de otras muchas personas, ya en la Barcelona de 2003, los
hijos de Elías Gil: Laura y Gonzalo.
Laura, policía en el mismo grupo que Alcázar, hijo a su
vez del amigo de Elías, atraviesa una profunda depresión a consecuencia de la
muerte de su hijo de ocho años a manos de un mafioso ruso implicado en una
trama de corrupción de menores y pornografía infantil que la joven investiga.
Al aparecer el mafioso torturado y asesinado, el inspector Alcázar le comunica
a Laura que se sospecha de ella porque la foto del niño estaba junto al cadáver;
entonces Laura se suicida.
Gonzalo, abogado también de izquierdas como su padre,
casado con una mujer de la alta burguesía, vive presionado por su suegro para
que entre en el importante bufete que él preside. A pesar de tener dos hijos y
haberse casado enamorado, ahora lleva una vida anodina e insatisfactoria y no
ha visto a Laura en los últimos tres años. Ese alejamiento no es óbice para que,
al recibir de la policía el aviso del suicidio, algo se remueva en su interior,
el pasado regrese de pronto y le impulse a iniciar una investigación que
cambiará por completo su vida y la de todos los que le rodean.
Lo que acabo de escribir sólo es un resumen de Un millón de gotas. El puzle tiene
muchas más piezas que Víctor del Árbol hace
encajar al final hábilmente. Es interesante cómo profundiza en el carácter de
cada uno de los personajes sin ninguna clase de piedad, poniendo en boca de
ellos comentarios y reflexiones que indican que la historia ha sido muy
pensada; en lo que se repara pronto por la enorme cantidad de documentación que
el libro debió requerirle.
¿Qué es lo que no me convence demasiado? Precisamente la
amplitud de cuestiones horrendas que se
tratan. La truculencia en tantas situaciones distintas creo que restan
profundidad a lo que Víctor del Árbol cuenta.